Daniel Romero-Álvarez
(@Vakdaro)
Desde
marzo de este año se ha dado una atención mediática impresionante a la epidemia
de Ébola que desde el oeste de África amenaza con distribuirse a otros lugares
del mundo. Esta cobertura se incrementó exponencialmente luego de que la
Organización Mundial de la Salud la declarase como una “emergencia de
importancia internacional para la salud pública” en agosto (1). En la red
existen centenares de emisiones de radio, videos, artículos de divulgación y
académicos, etc; este seguimiento puede resultar exagerado si se compara el
número de muertos causados por Ébola con aquellos causados por otras
enfermedades como diarreas, tuberculosis, o SIDA. Es importante comprender que esta
atención es pertinente pues es la primera vez que un virus tan poco estudiado
llega a cruzar barreras continentales. Sabemos que la epidemia comenzó en
Diciembre de 2013.
La Enfermedad del Virus Ébola (este es el nombre oficial, en inglés
EVD) es provocada por un virus de la familia “filoviridae”; recibió el nombre por su apariencia longitudinal
alargada. La primera vez que se reportó esta enfermedad fue en 1976 en Yambuku
un pueblo rural del que entonces era Zaire – hoy en día la República Democrática
del Congo. Un equipo de respuesta montado por el Centro de Control de
Enfermedades (CDC en inglés) identificaron al culpable y le pusieron el nombre de
Ébola por un río cercano. Otros brotes han aparecido a lo largo de los años en
diferentes sitios de África incluyendo el mismo Zaire, Gabón, Sudán, Uganda.
Eventualmente se identificaron cuatro ebolavirus en África. Una quinta cepa fue
identificada en monos de laboratorio exportados a Estados Unidos desde
Filipinas pero nunca causó enfermedad en seres humanos. De todos estos brotes,
la cepa Ebola-Zaire siempre tuvo la tasa de mortalidad más elevada llegando a
causar la muerte hasta de un 88% de los individuos afectados (2); la epidemia
actual es causada precisamente por esta cepa.
La letalidad de esta enfermedad era una de las características que, en
teoría, iban a prevenir que aparezca una epidemia de mayor escala. Para que un
evento de este tipo ocurra, una enfermedad necesita cumplir con dos
condiciones, tener un número determinado de individuos susceptibles y que cada
individuo infectado pueda transmitir el virus al menos a otro individuo (3).
Con una mortalidad tan alta, los infectados morían antes de poder transmitir la
enfermedad; sin embargo, ahora sabemos que precisamente esta mortalidad es una
de las causas que mejor contribuye a la distribución de la enfermedad pues las
concentraciones virales se mantienen altas en los individuos fallecidos. Las
otras causas tienen que ver con un aspecto cultural.
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En algunas ocasiones las pertenencias de los infectados son quemadas para prevenir futuros contagios. Fotografía del Centro de Control de Enfermedades (CDC) tomada de Flickr Creative and Commons |