lunes, 5 de mayo de 2008

Una condición humana

Cuando se mira al cielo en la noche, siempre se ven esas centellas perpetuas que se denominan estrellas. El exceso de luz a nuestro alrededor contamina la pureza del cielo y tan solo nos deja ver las que por su brillo se distinguen en el ágora de las alturas nocturnas; si pudiéramos eliminar dicho exceso lumínico nos daríamos cuenta que en realidad son centenares y que realmente son incontables.
Conforme pasan las horas y aparece desde el oriente pacientemente un nuevo paisaje pareciera que es el turno de que otro conjunto infinito pueble ahora nuestro campo visual. Pero no es otro, no hay más de un infinito…la condición de infinito se acompaña necesariamente de la idea de un absoluto, no puede haber dos o tres infinitos dentro de una misma categoría pues el hecho implicaría que cada infinito fuera limitable cayendo en una paradoja errática. De la misma forma el absoluto no admite intromisiones, en un mismo tema no es posible otro absoluto.
En una visión más macro, dejando los objetos estelares, consideramos que el universo (por así decirlo pues en realidad me refiero a la existencia al unísona de todo) es el verdadero infinito, el verdadero incontable al que todas las cosas pertenecen y que de hecho es inconcebible.
Las ideas de infinitos y absolutos, son ideas que nuestra mente necesita para aceptar sus propias limitaciones; son una de las estrategias más fortuitas que poseemos para tratar de no sentirnos vacíos por tal inmensidad.
Simple sería que ese sentimiento de vacío cediera sino fuera una condición necesaria del hombre, si tuviéramos la certeza de que una larga jornada (45 años de vida por ejemplo) nos aseguraría una prosperidad mental en la que esa idea desaparezca. Pero no sucede, en realidad parece que ese vacío propio de los hombres es lo que ha permitido que se levanten nuestras sociedades y que sobrevivan al paso del tiempo asegurándose un futuro en la existencia. Ese vacío y la incesante necesidad de llenarlo es una razón por la que se vive y en muchos casos es de manejo inconciente pues ¿A quién le gustaría pensar que todas sus acciones son tan determinadas por ese principio y tienen una función tan viciada como la de satisfacer un deseo?; y peor aún, ¿Quién disfrutaría de algo conociendo lo efímero de su condición?
Es tan fascinante pensar que toda la supuesta grandiosidad y racionalidad humana responde a un estímulo tan común, tan sencillo y tan manejado por cualquier aspecto de la realidad similar al de comer o al de beber. Una realidad de muy difícil negación ciertamente pues qué es la naturaleza sino un ambiente de selección que permite que lo más útil se imponga sobre lo inservible; no es como el herrero que con cada golpe forja a su gusto el acero de los soldados, que sabe como moldear y manipular su obra; la naturaleza solo experimenta al azar, trabaja con elementos sencillos que a la larga terminan por ser en extremo complejos…
El vacío es el estímulo, solo basta mirar por una ventana para apreciar el desenlace magnánimo del mismo. Parados en una azotea en la noche podemos mirar ahora la gran ciudad y mirar centenares de luces que se mantienen constantes hasta el amanecer, estamos tan cerca de ellas y somos tan parte de ellas que podemos mirarlas con pureza, sin contaminación, ya que la luz de las estrellas nunca las van a eclipsar.

Escrito por: Daniel Romero
@Vakdaro
Imagen: www.flickr.com

1 comentario:

Edgar Ramiro dijo...

Vak, esa idea expuesta por tí sobre la inmensidad del espacio es sobrecogedora. Me recuerda la sensación de ansiedad suprema que uno experimenta cuando viaja a una ciudad que no conoce y que es mucho más grande que en la que uno ha vivido toda su vida. Desde el avión primero la mente trata de comprender los límites del nuevo lugar pero pronto nos rendimos con frustración para después solo limitarnos a asimilar informaciòn de nuestro inmediato entorno, como la calle donde vamos a transitar y uno o dos vecindarios. Aunque logicamente no lo admitimos, pensamos empiricamente que algo como está nueva ciudad que vamos a conocer es infinita y con esa actitud subconciente descartamos nuestra frustración cognitiva. Me pregunto si no hacemos lo mismo con el universo y lo definimos como infinito cuando en realidad no lo es.