Durante uno de sus viajes, Don Nolivos Bernardo tuvo la oportunidad de conocer un rincón boscoso de nuestra tierra que a simple vista no difería de ningún otro, pues sea donde sea “un bosque es siempre bosque” como me lo refirió un 25 de Noviembre en el ala de neurocirugía del hospital horas antes de que entrara en coma y muriera a las 03:45 de la madrugada del 26, era viernes. Para honrar su muerte (me llegue a entreverar mucho con este paciente) y confirmar sus “visiones” decidí ir a ese lugar.
Luego de dos horas de viaje sureño llegué al sitio. Diferente de muchas otras áreas verdes del país esta tenía una entrada simple sin guardias ni encargados, sin mapas ni información, solo un sendero de piedra erosionado y aviejado por el tiempo cubierto por árboles altos que le daban apariencia de túnel. Entré.
Al rato caminando caí en cuenta de dos situaciones: no había viento, tampoco movimiento. Muy verdes los árboles, tallos gruesos y vivos; colorido con flores nacientes, maduras y muertas al lado del camino, entre las piedras; mojado todo producto de una lluvia anterior; el silencio imperante daba un contraste incómodo e inapropiado para un lugar que teniendo tanto de vivo parecía más muerto que el propio Nolivos…
Mirar al cielo era ver a través de una malla verdosa entretejida con ahínco por quien pacienta en lo eterno. El aire pesado, respirado por tantos, por todos, ahora por mí… -al igual que antaño ahora cansa y hastía- pensé en voz alta.
Luego de unos cuarenta minutos dentro el camino se bifurcaba en dos, un hecho que ya esperaba y tomé la izquierda como me indicó el ya muerto. Quince minutos luego se bifurcó en tres. Tomé la izquierda de nuevo, diez minutos luego se bifurcó en cuatro y así sucedió en cuatro ocasiones más cuando decidí descansar totalmente abrumado por la oscuridad. Hasta aquí se repetía la serie: luego de un periodo de tiempo que se alargaba siempre en más o menos diez-veinte minutos el camino se bifurcaba en el número anterior más uno; y así sería todavía en dos ocasiones más como le pasó al paciente.
Al final del recorrido – me dijo – le invade a uno la sensación extraña de haber llegado a algo y en el siguiente cruce hay una pared de árboles espinosos que cortan el camino, luego al regresar hay un solo sendero hasta la entrada.
Hasta ahora todo era tal como me lo había descrito, faltaban ahora los hechos inocuos de los que amenamente nos reíamos y se cortaban con una frase que recalcaba su seriedad. Saqué la linterna y armando la carpa individual me recosté a dormir.
Soñé que veía a las personas como destellos multicolores y que yo mismo era uno de esos destellos; que al morir simplemente se apagaban y durante su vida no hacían más que trasladarse de un sitio a otro. De dos podían salir varios si es que eran necesarios, y ese “si es que eran necesarios” era una sensación de utilitarismo de eficacia, de fracaso.
Al día siguiente luego de comer un bocado emprendí nuevamente el recorrido, nada había cambiado salvo que había más luz. Seguí durante las dos ocasiones que faltaban y en la novena sentí la euforia propia de la sorpresa, solo un paso faltaba. No encontré una pared de tallos espinosos sino más bien ahora diez posibles senderos, consideré un error de cálculo de mi narrador y seguí al siguiente cruce. Ya no con euforia, ahora con temor e incertidumbre llegué al siguiente cruce y ahora eran once senderos. Agobiado luego de un tiempo me encontré con doce y luego ya no caminando sino corriendo con trece y luego con catorce y con quince y así hasta el veinte cuando caí al suelo inconciente. No sé cuanto tiempo permanecí dormido.
Desperté y los mismos veinte caminos me esperaban, hasta ahora siempre tomé la opción izquierda pero la falacia de veinte senderos me hizo considerar la explicación mentirosa de ese hombre y tomé la derecha, luego el centro, luego la izquierda y luego dos menos del centro y no había ningún resultado nuevo salvo que ahora las opciones eran veinte y cuatro.
Estoy sentado en la bifurcación ciento catorce y ya no como ni bebo nada desde hace dos días.
Cuando llegué a la bifurcación noventa y nueve la esperanza me arrolló al igual que la desesperación y el horror (Inconcientemente las decenas siempre nos traen la esperanza de la conclusión, cuan grande la de llegar a la decena pareada, cuan decepcionante). Corrí hasta aquí desde la cien y perdí el conocimiento de nuevo, capaz (lo descubro ahora) me falla el corazón.
Desperté y he aquí mis últimas remembranzas…Quizás lo único que logre mientras siga caminando es aumentar el número de posibilidades, es increíble como cada vez el espacio se amplía pues no lo dije antes, los caminos son del mismo tamaño (aproximadamente, no los medí) pese a tantas bifurcaciones.
Estoy cansado y desesperado pues solo una idea se me cruza por la cabeza, una sola que no me deja en paz que es sin duda la que más se acerca a la verdad. Y así no lo sea, quien más está presente en este monstruoso bosque para juzgar lo que es. Pensé primero que era un laberinto, pero la simplicidad de su construcción me hizo descartarlo. Luego trabajé sobre las opciones del muerto Don Nolivos: Llegó el funesto (y agraciado por su envidiable destino) a una octava bifurcación y en la siguiente una sensación de “bienestar del concluso” le deparó una pared de espinos y una única vía de salida; me di cuenta que este bosque es para los simples, para los que no buscan una verdad copiosa, pues aparentemente el bosque refleja nuestra propia indagación y si aquel intentó encontrar la felicidad, pues cosa simple en ocho décadas (…) encontrarla. Una idea, un pensamiento no hace más que remitirnos al anterior más uno nuevo y así hasta el infinito para los creativos, para los que esperan en cada cruce un universo, para los que su objetivo es la búsqueda de otros. Así, pronto vagaré infinitamente sin sensaciones que es lo mismo que morir…
…Última nota: encontrándome en la bifurcación 201, una nueva esperanza se hizo añicos, son ya seis días, el estómago dejó de dolerme, alucino, me echo en las piedras cuando me vencen las piernas…Algo nuevo me ronda ahora, quizá este bosque no sea mi mente y sea la de alguien más, quizás ese alguien busque alguna verdad nunca antes conquistada y lo que me motiva a seguir caminando no son sino sus deseos, quizá en su mente lo que yo he vagado son miserables segundos y me extinguiré cuando deje de pensar en esa conquista.
Luego de dos horas de viaje sureño llegué al sitio. Diferente de muchas otras áreas verdes del país esta tenía una entrada simple sin guardias ni encargados, sin mapas ni información, solo un sendero de piedra erosionado y aviejado por el tiempo cubierto por árboles altos que le daban apariencia de túnel. Entré.
Al rato caminando caí en cuenta de dos situaciones: no había viento, tampoco movimiento. Muy verdes los árboles, tallos gruesos y vivos; colorido con flores nacientes, maduras y muertas al lado del camino, entre las piedras; mojado todo producto de una lluvia anterior; el silencio imperante daba un contraste incómodo e inapropiado para un lugar que teniendo tanto de vivo parecía más muerto que el propio Nolivos…
Mirar al cielo era ver a través de una malla verdosa entretejida con ahínco por quien pacienta en lo eterno. El aire pesado, respirado por tantos, por todos, ahora por mí… -al igual que antaño ahora cansa y hastía- pensé en voz alta.
Luego de unos cuarenta minutos dentro el camino se bifurcaba en dos, un hecho que ya esperaba y tomé la izquierda como me indicó el ya muerto. Quince minutos luego se bifurcó en tres. Tomé la izquierda de nuevo, diez minutos luego se bifurcó en cuatro y así sucedió en cuatro ocasiones más cuando decidí descansar totalmente abrumado por la oscuridad. Hasta aquí se repetía la serie: luego de un periodo de tiempo que se alargaba siempre en más o menos diez-veinte minutos el camino se bifurcaba en el número anterior más uno; y así sería todavía en dos ocasiones más como le pasó al paciente.
Al final del recorrido – me dijo – le invade a uno la sensación extraña de haber llegado a algo y en el siguiente cruce hay una pared de árboles espinosos que cortan el camino, luego al regresar hay un solo sendero hasta la entrada.
Hasta ahora todo era tal como me lo había descrito, faltaban ahora los hechos inocuos de los que amenamente nos reíamos y se cortaban con una frase que recalcaba su seriedad. Saqué la linterna y armando la carpa individual me recosté a dormir.
Soñé que veía a las personas como destellos multicolores y que yo mismo era uno de esos destellos; que al morir simplemente se apagaban y durante su vida no hacían más que trasladarse de un sitio a otro. De dos podían salir varios si es que eran necesarios, y ese “si es que eran necesarios” era una sensación de utilitarismo de eficacia, de fracaso.
Al día siguiente luego de comer un bocado emprendí nuevamente el recorrido, nada había cambiado salvo que había más luz. Seguí durante las dos ocasiones que faltaban y en la novena sentí la euforia propia de la sorpresa, solo un paso faltaba. No encontré una pared de tallos espinosos sino más bien ahora diez posibles senderos, consideré un error de cálculo de mi narrador y seguí al siguiente cruce. Ya no con euforia, ahora con temor e incertidumbre llegué al siguiente cruce y ahora eran once senderos. Agobiado luego de un tiempo me encontré con doce y luego ya no caminando sino corriendo con trece y luego con catorce y con quince y así hasta el veinte cuando caí al suelo inconciente. No sé cuanto tiempo permanecí dormido.
Desperté y los mismos veinte caminos me esperaban, hasta ahora siempre tomé la opción izquierda pero la falacia de veinte senderos me hizo considerar la explicación mentirosa de ese hombre y tomé la derecha, luego el centro, luego la izquierda y luego dos menos del centro y no había ningún resultado nuevo salvo que ahora las opciones eran veinte y cuatro.
Estoy sentado en la bifurcación ciento catorce y ya no como ni bebo nada desde hace dos días.
Cuando llegué a la bifurcación noventa y nueve la esperanza me arrolló al igual que la desesperación y el horror (Inconcientemente las decenas siempre nos traen la esperanza de la conclusión, cuan grande la de llegar a la decena pareada, cuan decepcionante). Corrí hasta aquí desde la cien y perdí el conocimiento de nuevo, capaz (lo descubro ahora) me falla el corazón.
Desperté y he aquí mis últimas remembranzas…Quizás lo único que logre mientras siga caminando es aumentar el número de posibilidades, es increíble como cada vez el espacio se amplía pues no lo dije antes, los caminos son del mismo tamaño (aproximadamente, no los medí) pese a tantas bifurcaciones.
Estoy cansado y desesperado pues solo una idea se me cruza por la cabeza, una sola que no me deja en paz que es sin duda la que más se acerca a la verdad. Y así no lo sea, quien más está presente en este monstruoso bosque para juzgar lo que es. Pensé primero que era un laberinto, pero la simplicidad de su construcción me hizo descartarlo. Luego trabajé sobre las opciones del muerto Don Nolivos: Llegó el funesto (y agraciado por su envidiable destino) a una octava bifurcación y en la siguiente una sensación de “bienestar del concluso” le deparó una pared de espinos y una única vía de salida; me di cuenta que este bosque es para los simples, para los que no buscan una verdad copiosa, pues aparentemente el bosque refleja nuestra propia indagación y si aquel intentó encontrar la felicidad, pues cosa simple en ocho décadas (…) encontrarla. Una idea, un pensamiento no hace más que remitirnos al anterior más uno nuevo y así hasta el infinito para los creativos, para los que esperan en cada cruce un universo, para los que su objetivo es la búsqueda de otros. Así, pronto vagaré infinitamente sin sensaciones que es lo mismo que morir…
…Última nota: encontrándome en la bifurcación 201, una nueva esperanza se hizo añicos, son ya seis días, el estómago dejó de dolerme, alucino, me echo en las piedras cuando me vencen las piernas…Algo nuevo me ronda ahora, quizá este bosque no sea mi mente y sea la de alguien más, quizás ese alguien busque alguna verdad nunca antes conquistada y lo que me motiva a seguir caminando no son sino sus deseos, quizá en su mente lo que yo he vagado son miserables segundos y me extinguiré cuando deje de pensar en esa conquista.
Escrito por: Vak (Daniel Romero)
1 comentario:
si uno pensará en un solo camino no nos fatigariamos tanto, muy bueno el cuento. felicitaciones hermano
Publicar un comentario