domingo, 12 de abril de 2009

Disipación onírica


El calor de colores brillantes formaba espirales aleatorias de imágenes irreales y algunas más conocidas, creando un espectáculo de 360º a mí alrededor a veces en dos dimensiones, evolucionaba en tres y hasta cuatro o cinco planos distintos donde el tiempo a momentos transcurría más rápido o retrocedía en él mismo. La obra era una gran bacanal donde los sentidos se veían excitados cada uno por sus percepciones, y el cerebro por la perfecta mezcla de aquellas; las texturas cambiaban desde ser ásperas, en arañantes cosquilleos al tacto, hasta volverse fluidas en pequeñas gotas como rocío que terminaban agrupándose y desplazándose por toda la piel sin dirección cierta, la música de fondo reunía sonidos electrónicos, acordes de piano, guitarras eléctricas, voces y una percusión impecable que mantenía en un solo ritmo a todos los instrumentos, los aromas distintos se fundían formando otros nuevos y separándose a la vez uno de otro, como buscando su propia individualidad (imaginé un Jean-Baptiste tímido bebiendo a mi lado y ofreciéndole una copa) y cada una ordenadamente ingresando hasta acurrucarse calmadamente en el bulbo olfatorio. Por último tres neuronas armónicamente con el olfato producía impulsos eléctricos que desembocaban en la boca en sabores combinados de los más deliciosos manjares…

Los sentidos permanecían en un éxtasis embriagados de sensaciones: abiertos a experimentar y recibir cuantos divinos impulsos arribaran a ellos, el cerebro maravillado disfrutaba aquella danza mientras el cuerpo poco a poco se debilitaba. La respiración se volvía dificultosa, la garganta se deshidrataba y los músculos se debilitaban…

De pronto la respiración jadeante en los oídos, la sensación de resequedad en la boca y el aroma húmedo de un bus lleno de gente apelmazada, claustrofobia, camino a mi hogar…



Pequeña queja sobre el “transporte público” en Quito, a pesar de que ciertas estaciones y vías exclusivas de buses en la ciudad fueron montadas con capital del Municipio no parece existir ningún control por parte de éste en el funcionamiento normal de los recorridos, existen tantas irregularidades por parte de los conductores y de los mismos transportistas. La estación parece regirse por un anarquismo total en el cual los conductores de buses de las cooperativas realizan su labor de forma desordenada, negligente y hasta imprudente atentando especialmente contra la seguridad física de usuarios vulnerables.
Dentro de todo, mi queja no es tan grande porque debido a situaciones como esta es posible más fácilmente desprenderse un momento de la realidad atosigante y utilizar la cabeza para mantener el cuerpo y la mente misma de alguna forma relajados.
Redactado por:
Roberto (Churón)

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