jueves, 30 de septiembre de 2010

La naturaleza de la verdad científica

Desde que se fundó este blog, se han publicado un sinnúmero de artículos dedicados a los temas que nuestra carta de presentación (o sea la columna derecha del blog) exalta: “ciencia, arte, filosofía y religión”. Cuando un lector de cualquier parte del mundo lee cuál es el contexto histórico real de Robin Hood, tiene todo el derecho de alegar que la publicación está dotada de muchas falacias. Aquel que lea que los neandertales y los homo sapiens pudieron reproducirse en determinado punto, podría afirmar que es una barbaridad. Sin embargo, podemos asegurar que lo que aquí se publica trata en suma medida de hacer valer el concepto de verdad, no solo por la seriedad con la que se realizan las investigaciones respectivas para los diferentes temas sino por lo que representa el concepto de “rigor científico”.


Cuando se trata de ciencia, inevitablemente se trata de aquellas hipótesis corroboradas con métodos experimentales que tienen la cualidad de ser reproductibles. Aquel que hace ciencia tiene como “imperativo categórico” ciertos parámetros que le llevan al descubrimiento de los hechos, el primero de ellos es el de evitar dar falso testimonio. Con mucho esfuerzo y dedicación, se podría publicar en una revista catalogada de científica (Science, Nature, Cochrane) un ensayo sobre un tema ridículo, con tanta valía (dotándole de caracteres experimentales y evidencia fácilmente montada) que, pasando los filtros de detección de la verdad, pasare por cierto por aquellos que lo leyeran; entonces la población pudiese tenerlo presente como un hecho real y afirmarlo con la respectiva cita, en el caso de nuestro blog dirían: “lo leí en el Quinto Pilar”.


Si bien esto puede suceder, no es lo común, el científico hace una especie de pacto inviolable con la declaración de los hechos que comprueba, este muro se levanta del mismo modo que cualquier otro esquema de la moral solo que tiene como objetivo un fin, podría decirse, más elevado: la divulgación del hecho descubierto podría cambiar profundamente la forma en la que se concibe el mundo por parte de la sociedad, no se trata simplemente de evitar hacer daño a alguien (como el manifiesto moral de no robar), se trata de una dinamia profunda de conceptos. Este principio es lo que se ha venido por llamar rigor científico y hace de la palabra “rigor” lo que significa para el hombre de ciencia la búsqueda de la verdad, una lucha constante por entender los mecanismos de función de la naturaleza.

Johannes Kepler deseró de su visión "geométrica" del universo por sus observaciones; en ellas cambia el sagrado círculo por la imperfecta elipse en pos de sus observaciones

Este mismo concepto, puede ser el gestor de una problemática gravísima que se gesta en nuestra época; Isaac Asimov ya pregonó, en uno de sus muchos escritos, este futuro desolador: La ciencia como nueva religión. El génesis de esta situación radica en la aceptación dogmática de los mandatos científicos sin la participación de la duda. Muchísimas veces lo que hacemos, al leer un documento catalogado como científico es aceptarlo, ese es el paradigma de la transformación de la ciencia en religión. Hacemos que el artífice del descubrimiento y cómplice del cambio, LA DUDA, sucumba. De hecho, este problema tiene una hermandad cerrada con muchos otros: el aluvión de información; la velocidad con la que esta información aparece, se modifica, se obsoletiza y vuelve a aparecer; la disponibilidad de acceso a información confiable…para afirmar que un hecho es veraz con certeza, hay que hacer todo un trabajo de entreveramiento intelectual.


Para darnos cuenta de este problema podemos plantear un ejemplo. ¿Cuántos de nosotros aceptamos que el espacio-tiempo es una red intrincada que se deforma como si fuera una gran sábana, por la presencia de una esfera imperfecta, que en ámbitos estelares sería la tierra?; sin embargo, todos nosotros reconocemos a Albert Einstein como un visionario en el campo de la física que revolucionó nuestra concepción del mundo, de hecho así es como lo hizo!!!. El problema se acentúa porque las teorías de Einstein no son una experiencia de todos los días, y esa cuestión hace que sus preceptos se sigan llamado teoría.


Para que una teoría deje de ser teoría y se transforme en ley, tiene que poder ser vista, corroborada por los sentidos directamente; mientras esto no suceda, todas las pruebas que le confieren un grado de certeza son indirectas. Otro ejemplo está en la evolución natural de las especies, es muy difícil poder observar cambios macroscópicos en los organismos, la negación actual de la teoría es irrisoria porque la cantidad de evidencia que la apoya es descomunal, sin embargo no deja de ser una teoría.


He ahí la importancia de la interacción del intelecto individual y el flujo de información. El lector, en condiciones perfectas, debe, para completar cualquier obra, hacer de su lectura una experiencia transformadora, y para esto, que mejor que someter la información recibida al juicio implacable del sentido común. Ahora, es bastante difícil salir a la calle e imaginar que con cada pisada estamos deformando el espacio-tiempo, lo que podemos hacer es tratar de enterarnos de la teoría y, con una consulta adecuada de la evidencia experimental, corroborar aquello que más cercanamente sea fiel a la verdad. De este modo, la duda renace y el intercambio “riguroso” de información ser productivo en el origen de nuevas ideas.


A fin de cuentas, la verdad es sumamente relativa, pero la ciencia es la herramienta por antonomasia que nos permite acercarnos a ella.


Escrito por: Vakdaro (Daniel Romero)

3 comentarios:

Mancho dijo...

muy buen artículo, es necesario recordar que la duda debe estar presente, no aceptar las cosas como absolutas, ni mucho menos como inmutables.

Mancho

Roberto Vallejo dijo...

Lo que menos intentamos en este blog, como bien explicado esta en el artículo, no es volvernos ante el mundo los únicos portadores de la verdad. Si bien la duda, la atención rigurosa que se invierta para satisfacerla y la confiabilidad de los medios que se utilicen, son las únicas herramientas que pueden acercarnos a la verdad. Muy buena aproximación a la teoría y ley.

Carlos Antonio dijo...

Pero hay que recordar que otro problema puede ser el que creamos poseer toda la verdad. Ello haría que automáticamente todas las leyes y teorías actuales de la ciencia sean aceptadas como dogmas, e incluso causaría confusión entre nosotros y extenderíamos su rango de aplicabilidad más allá de lo real. La ciencia es un proceso dinámico, es verdad es en realidad una aproximación a la verdad. Y justamente de eso se trata, de ir tras ella, sin pensar que ya la poseemos del todo. "la ciencia es un proceso que se autocorrige en el tiempo", lo decía Sagan, creo. ¿Cómo podemos saber si una teoría es cierta?; porque funciona. lo mejor sería que nosotros hiciéramos un experimento basado en la teoría para comprobarlo. pero eso es practicamente imposible; sin embargo, podemos tener una clara idea a través de aplicaciones de la teoría. Nadie duda de que ha poddo enterarse de cientos de acontecimientos en el mundo a traves de un televisor. Sin embargo, pocos conocen que lo usamos gracias que comprendemos principios de electromagnetismo. A veces una teoría tarda años en formularse, y muchos otras para ser de amplia aceptación. Talvez no sea malo después de todo, preferible que entre bien en nuestras cabezas antes que aceptarlas como a un ídolo de pies de barro.