domingo, 21 de marzo de 2010

El silencio antes de Bach





21/03/1685

A decir verdad no tengo un calendario (...voy a hacerlo) de esos especiales donde se marcan las fechas que a uno generalmente, por importantes y paradigmáticas, le toca celebrar. Peor aún, el calendario utópico en el que se recuerden todas aquellos cumpleaños y días importantes para la ciencia, el arte, la historia, la filosofía, el progreso de la humanidad; este calendario solo está gigantesco en sueños idealistas. Sin embargo, hipotetizo la posibilidad de que todo sueño idealista puede encontrarse, a veces con una facilidad ridícula, en el corredor infinito de información que es el internet. De hecho, generalmente basta abrir el google para que los diseños embelezantes y singulares del título de la página nos recuerden algunas de estas fechas. Hoy, extrañamente, nadie dijo nada.

Así que es la casualidad primorosa quien se ha encargado de informarme que hoy se celebra el cumpleaños de uno de los más grandes de la humanidad: Johan Sebastian Bach.

Miles de tributos se han hecho al gran maestro, pero uno de los mejores y más atractivos es la película de Pere Portabella: EL SILENCIO ANTES DE BACH, que apareció en 2007.

El título de por sí es sugerente: nada antes del gran músico, algo que el director plasma con una fuerza enternecedora en aquella escena en la cual, desde un puente, se lanza al agua un piano que al estrellarse y despedazarse y crujir entre las olas rabiosas, no emite el más mínimo murmullo. El observador ingresa en ese instante a la mente de uno de los protagonistas que piensa en la figura del silencio antes del gran creador.

Es una película recomendable para el melómano incansable que es capaz de ensalzarse y llenar su alma de música clásica y explotación visual pura. El argumento no es la idea de la película, por esta razón se permite la utilización de figuras oníricas e "imposibles" con la finalidad de otorgar fuerza al contexto que se desea plasmar: La música de Bach, inmortal como ninguna otra, se enriquece con los tiempos; su legado e influencia transmutan y se hacen uno con la historia de la humanidad.

La escena que se presenta al principio de esta narración permite aclara el punto y observar la transmutación. El director hubiese podido eliminar fácilmente la "bulla" de los trenes para exaltar la pureza de la melodía. No lo hace, no por ser principiante o despistado, sino porque responde a una expresión más profunda. La melodía de Bach interpretada por los jóvenes artistas en el metro es símbolo de cotidianidad y adaptación al medio hostil que representa la ciudad. Los golpeteos rudos del tren recuerdan la época rigurosa para la música clásica; la potencia interpretativa de los muchachos del tren la enfrentan, un concierto de poder.

La escena tiene otro detalle más: El director podía dejar vacío el tren y usar la música como fondo. Hace lo contrario, contrata una hueste de músicos que se sientan a interpretar. Los seres humanos son solo un medio gracias al cual los cellos, movidos por la partitura de Bach, pueden expresarse. Al final de la escena, salen los músicos y hábilmente el director prohibe primeros planos de los interpretes; se filman tan solo sus espaldas, su caminar pero siempre en escena la totalidad del instrumento que es el caudillo de esta parte del rodaje. Al final suben las gradas cellos en vez de seres humanos, cellos gráciles luego del desfogue artístico del maestro.

Para mejor deleite, aquí está el trailer de la película:



Escrito por: Vak

sábado, 20 de marzo de 2010

Éxaltación al hombre (según Sofocles)

Sin cuenta se dan maravillas:
ninguna es más grande que EL HOMBRE.
con ayuda del Austro impetuoso
él viaja surcando
las olas profundas y rugientes;
y a Gea, señora de dioses,
incorrupta, sin cansarse, fatiga
y revuelve cada año, guiando el arado
que arrastran sus mulas.

Rodea captura y encierra
la estirpe de pájaros leves,
y el rebaño de bestias salvajes,
y el linaje que puebla los mares,
el hombre perito.
Con sus redes de mallas bien tejidas
se adueña con arte de toda
indomable alimaña de los montes.
Al hisrsuto caballo subyuga, y al toro
que pace en los montes.
La lengua, el veloz pensamiento,
la fuerza de leyes ciudadanas
aprendió, y a evitar de los vientos
el frío importuno,
y los dardos de las lluvias molestas,
pues todas las armas posee,
jamás el futuro sin armas lo encuentra;
el Hades solamente evitar no podrá,
pero contra enfermedades incurables
un remedio encontró.
Es sabio y del arte posee
la fuerza inventiva inesperada;
ora el bien, ora al mal
se encamina.
Si acata las leyes,
la justicia que a los dioses jurara,
la patria enaltécese entonces;
indigno es en cambio cuando osa infringirlas.
No quiero que a mi altar se aproxime o consiga
conocer mi pensamiento el que proceda
de este modo, jamás.
Segunda intervención del coro
en ANTÍGONA de Sófocles
...Todavía no le pierdo la fe al ser humano, creo en aquella capacidad creadora que le diferencia de las bestias y que le ha permitido alzarse dominante en el planeta. Creo que esa capacidad no se fundamenta en la vacuidad de su alma...
Publicado por: Vak

lunes, 8 de marzo de 2010

Teogonía


La creencia en la existencia de un dios o dioses, al parecer, ha estado con el ser humano desde el principio de sus tiempos como ser social. Se han estudiado diversas culturas adoradoras de la naturaleza y del espacio aún antes de saber, a ciencia cierta, lo que éste era; como es el caso de los Mayas, los cuales adoraban dioses celestes, fenómenos atmosféricos y a los elementos. Se han encontrado incluso que los Neandertales ya enterraban a sus muertos hace 95000 años, y dibujos que datan de hace 30000 a 35000 años, en cavernas en Europa de seres mitad humano, mitad animal. Pero, ¿cómo se puede explicar la gran diferencia de estos dioses en las diferentes creencias? , o tal vez más importante aún: ¿cuáles son las semejanzas entre estas diferentes creencias? Y, ¿qué podrían tener en común esas creencias con las religiones actuales y el desarrollo del ser humano?

El ser humano, como especie desarrolló comportamientos que significaron para el mismo su evolución como dominante del planeta Tierra: su habilidad para desarrollar herramientas y la capacidad para transmitir éste conocimiento a sus semejantes. De esta forma, y desde ese momento, el hombre pudo explorar la naturaleza fenómeno tras fenómeno, desarrollando cada vez mejores herramientas para facilitar y garantizar de mejor manera su supervivencia; y, obviamente, de esta maravillosa capacidad en la especie. Sin embargo, el alcance de sus herramientas tuvo un límite por lo cual siempre existió algo que el cerebro del ser humano no pudo entender, aunque eso no lo detuvo para intentar explicarlo, tal vez dándole una sensación de seguridad al pretender conocerlo. En este aspecto, parecería que nuestra especie no es muy diferente actualmente.
A pesar de que en nuestra sociedad ya existen religiones bien fundamentadas, podemos darnos cuenta que generalmente, en las más populares, la fe es un modo de omitir esos vacíos a los que nuestra mente no puede llegar, llenándolos con una explicación atribuida a una deidad. Incluso al no poder explicar más allá de los límites que nuestra propia mente nos pone, la creencia en un dios omnipotente, omnipresente e inexplicable (más allá de la tradición y la fe), es capaz de ofrecernos aquella sensación de control de nuestras propias vidas fuera de la voluntad propia, además de la esperanza de un “más allá” también inexplicable pero necesario haber un miedo al final inminente de nuestra existencia. El ser humano de modo innato tiende a dar a un evento desconocido una razón producida por otro ser.

Así pues, no es de extrañarse que exista un dios antropomórfico, no es y no ha sido el único. Y tampoco es raro afirmar que: el ser humano ha sido el que ha creado dioses a su imagen y propia semejanza, atribuyéndoles no sólo sus características físicas sino también aspectos psicológicos (ira, venganza, amor, etc.) de acuerdo a las características también de la sociedad donde se crean, incluyendo sus ideales.
Es muy importante mencionar además, que estos dioses que fundamentan las religiones son necesariamente “creencias sociales” que permiten comunicar y compartir la cultura de un pueblo al resto.

Podemos decir que el hecho de que el ser humano crea en un dios es una “necesidad” que le otorga cierta pasividad frente a la angustia que produce su naturaleza ambiciosa (aunque en algunos casos, sencillamente, perezosa), de desear conocer y controlar las cosas. También que nuestros dioses son representaciones de los ideales culturales de una sociedad, así como de su historia y costumbres. Individualmente representan también gran parte de nuestra ética y nos guía a dar a nuestra vida el sentido que le damos, aparte sólo influye el control que decidamos atribuirnos a nosotros mismos o dejárselo a una causa “sobrenatural”. Debido a éstas creencias es que tenemos una civilización como la actual, y es la razón por la cual nos diferenciamos de las demás especies del planeta. Así que, debemos dar gracias a nuestra naturaleza, nuestra evolución, a ese azar de sucesos que ha logrado que en cierto momento desarrollemos deidades que sean las “autoras” de nuestro actual destino; debemos agradecer la existencia de los dioses. Deberíamos dar gracias a Dios.

Referencia:
“On the Origin of Religion”, Elizabeth Culotta, SCIENCE, nov 2009.

Redactado por:
Rob

jueves, 4 de marzo de 2010

A Vivaldi...

...que reposa en el cielo. Una interpretación excelente del INVIERNO, parte de las CUATRO ESTACIONES, obra popularísima del compositor italiano, por los igual italianos DARK MOOR en su album BEYOND THE SEA.


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Un humilde homenaje...

Publicado por: Vak

miércoles, 3 de marzo de 2010

Aceptando el mundo!

Una pequeñísima, poco austera, reflexión.
En un semáforo en rojo antes de llegar al Centro Urbano que como nombre tiene Condado, acabando la Occidental. Un taxi adelantándonos en la última recta se detuvo al frente; en su parabrisas trasero se leía: "EL HOMBRE SUFRE POR QUE QUIERE".
La cita personalizadísima por el dueño del vehículo hace una referencia clara a las decisiones del hombre con respecto a su vida. Nuestra capacidad ilimitada de complicación hacia las cosas (facultad que el cerebro gustoso nos brinda) hace que transformemos una simple sorpresa en un evento de influencia desorbitante en nuestra vida; citando por ejemplo al hecho casual de haber salidos ilesos de A o B situación, enseguida nos sentimos "milagreados".
Podemos percartarnos también de hechos realmente dolorosos y frustrantes. Si sucumbimos ante esta visión, sin aceptarla, la vida rápidamente se convierte en una tortura que condena cualquier manifestación placentera; todo depende de nuestra capacidad de aceptar el desempeño del mundo.
Citemosa, a propósito, a Cervantes en uno de los tantos cuentos interinos del Quijote cuando Cardenio renegando el respaldo de sus conocidos afirma su redundancia en el dolor del amor:

"...No os canséis en persuadirme ni aconsejarme lo que la razón os dijera que puede ser bueno para mi remedio, porque ha de aprovechar conmigo lo que aprovecha la medicina recetada de famoso médico al enfermo que recibir no la quiere...". Pobre Cardenio. Podría venir Sir Alexander Fleming del año 1945 a curarle una infección y con decisión semejante, Cardenio se condenaría al shock séptico por objeción funesta. Sir Alexander solo debería cerrar su maleta e irse a curar a quien lo pida, respetando la decisión del enfermo.

Recordemos, que lo importante de la existencia es la ACEPTACIÓN de la realidad externa a la integridad propia y aquella realidad que nace de los inextricables e inconmuserables castillos de nuestra conciencia. La aceptación incluso de decisiones tan ridículas como el sufrimiento, la ingratitud, el dolor psicológico del amor, del suicidio...

Cementerio de Tulcán. Ecuador

Escrito por: Vak